La primera vez que viste a Heathcliff llegar a tu casa, ¿cómo reaccionaste?
Me limité a observar y a escuchar hasta que la paz se hubo restablecido; entonces mi hermano y yo empezamos a revolver en los bolsillos de mi padre buscando los regalos que nos había prometido. El chico tenía ya catorce años, a pesar de lo cual, cuando sacó del gabán lo que había sido un violín, destrozado en pedazos, Hindley estalló en llanto sonoro. Y yo, cuando me enteré de que el amo había perdido el látigo al ocuparse del extraño, demostré mi carácter haciendo burla y escupiendo a la idiotizada criatura; estas muestras de dolor fueron recompensadas con un notable bofetón de mi padre para enseñarme mejores modales.
¿Qué piensas sobre carácter de tu hermano?
Era capaz de matar a cualquiera que le provocara o que simplemente se le cruzara por delante.
Amabilidad de bestia salvaje como la rabia de loco.
¿Has tenido alguna vez alguna influencia en tu vida que te hiciera cambiar de ideas?
Durante mi vida he tenido algunos sueños que después me han acompañado siempre jamás y que han cambiado mis ideas; se me han puesto dentro, como el vino a través del agua, y han alterado el color de mi mente.
¿Has seguido tu fe anglicana siempre?
No. Ni siquiera Hindley vigilaba que fuéramos a misa los domingos; los únicos que se encargaban de castigarnos cuando no lo hacíamos eran Joseph y el párroco, que de vez en cuando le daban una buena zurra a Heathcliff o me dejaban sin cenar o sin comer…”
“El párroco podía encargarme que memorizara todos los capítulos que quisiera, y Joseph podía golpear a Heathcliff hasta dolerle el brazo; lo olvidábamos todo en el instante en que volvíamos a reunirnos, sobre todo si maquinábamos algún malvado plan de venganza.
¿Por qué decidiste casarte con Edgar Linton y no con Heathcliff?
Porque mi amor hacia Linton recuerda el follaje del bosque. El tiempo habrá de cambiarlo, estoy convencida, tal y como el invierno acaba alterando el aspecto d elos árboles. Y mi amor hacia Heathcliff recuerda a los cimientos eternos de las rocas, que no proporcionan.
¿Alguna vez pensaste en que tú lo abandonarías y por circunstancias de la vida os separaríais?
¿Él completamente abandonado? ¿Nosotros separados?
¿Quién nos habría de separar, dime? ¡Se encontraran con el destino de Miló! Nadie, mientras yo viva, ninguna criatura mortal, no nos podrá separar. Todos los Linton de la faz de la Tierra se pueden disolver, antes de que pueda consentir dejar a Heathcliff.
¿Cuál crees que fue la causa de tu extraña enfermedad?
Me habéis desgarrado el corazón entre tú y Eduardo, Heathcliff. Y ahora os lamentáis como si fuerais vosotros los dignos de lástima. No te compadezco. Has conseguido tu objeto: me has matado.
¿Qué hiciste cuando Nelly te dio la carta del señor Heathcliff que decía que había venido a verla? (minutos antes de su muerte).
Se sobresaltó y cruzo por sus ojos un relámpago que indicaba que luchaba para coordinar las ideas. Cogió la carta, la repasó suficientemente, y suspiró al leer la firma. Pero no se había dado cuenta de su contenido, porque al preguntarle qué contestación debía transmitir me miró con una expresión interrogativa y angustiada.
¿Cuáles fueron tus últimas palabras para Heathcliff antes de morir?
-Me habéis desgarrado el corazón entre tú y Eduardo, Heathcliff –le dije, mirándole ceñuda-. Y ahora os lamentáis como si fuerais vosotros los dignos de lástima. No te compadezco. Has conseguido tu objeto: me has matado. Tú eres muy fuerte. ¿Cuántos años piensas vivir después de que yo me muera?”
“-No te deseo, Heathcliff, penas más grandes que las que he padecido yo. Sólo quisiera que nunca nos separáramos. Si una sola palabra mía te doliera, piensa que yo sentiré cuando esté bajo tierra tu mismo dolor. ¡Perdóname: ven! Arrodíllate. Nunca me has hecho daño alguno. Si estás ofendido, ello me dolerá a mí más que a ti mis palabras duras. ¡Ven! ¿No quieres?
¿Cuáles han sido los momentos más felices que has vivido?
Cuando le enseñaba a Heathcliff lo que yo iba aprendiendo y le acompañaba al campo, donde trabajábamos o jugábamos juntos. Ambos prometimos solemnemente crecer fieros y salvajes; y el joven amo no se preocupaba para nada de lo que hacíamos, con tal de que no le estorbáramos.
Una de nuestras diversiones preferidas era escaparnos por la mañana a los pantanos y quedarnos allí todo el día.